LIBROS PARA 5to. PRIMARIA

lectura
1. DON QUIJOTE DE LA MANCHA
Don Quijote de la Mancha es una novela que desde hace más de cuatrocientos años ha sido leída por toda clase de gente, que encuentra en ella inspiración para su vida. Vamos a leer el prólogo o la introducción a una adaptación de esta obra para niños.
Un día Don Quijote decide imitar a los caballeros andantes de los libros que había leído... Se pone una armadura, monta a caballo, se hace acompañar de un escudero, y sale a los caminos en busca de injusticias para ponerles remedio.
Su valor no tiene límites: lo impulsa a realizar empresas que parecen imposibles, a enfrentarse a gigantes y magos perversos, con tal de que el bien triunfe sobre el mal. Es un hombre de palabra: se esfuerza por cumplir lo que dice, y le basta decir algo para sentirse comprometido. Vive, además, enamorado, porque un caballero andante sin amores es como un árbol sin hojas ni frutos. Un enamorado siempre fiel, que nunca –aunque lo persigan las muchachas más bellas– traiciona el amor por su dama.
Con todo esto, Don Quijote no es soberbio, porque sabe que está al servicio de los ideales de la caballería, que se hallan por encima de cualquier caballero en lo individual, y sabe que es el amor de su dueña, la sin par Dulcinea del Toboso, lo que da fuerza a su brazo. Su ambición mayor es dedicar la vida a perseguir esos ideales, y decir de su amor que "en tan hermoso fuego consumido, nunca fue corazón".
La ambición más grande de Sancho Panza es satisfacer las necesidades de la vida diaria: tener que comer, un lugar donde dormir, ropa limpia, dinero... Lo tienta la idea de resolver de una vez por todas los apremios económicos y por eso se deja convencer de su vecino para irse con él, como su escudero, tras la promesa de que lo hará gobernador de una isla.
Sancho es un hombre prudente y pacífico, enemigo de pleitos. Se permite sentir miedo. No le interesa meterse con nadie ni que se metan con él. Tiene un perfecto sentido de la justicia y sobre todas las cosas ama a su familia. Respeta y quiere a su mujer, Teresa, con un amor tan sólido, tan pegado a la tierra como los refranes que continuamente dice.
Sancho es un hombre leal, dispuesto a hacer casi todo por su amo –no a dejarse azotar, por ejemplo–; vence sus temores y sus fatigas por lealtad y termina contagiado por los ideales de su patrón, a quien él llama el Caballero de la Triste Figura.
Don Quijote y Sancho Panza son dos buenos modelos; es mucho lo que podemos aprender de ellos. Es importante tener ideales, y es importante ocuparse de los asuntos de todos los días.
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Felipe Garrido, “Prólogo a Miguel de Cervantes Saavedra” en Don Quijote de la Mancha. México, SEP-Océano, 2005.



Romance de la doncella guerrera, lectura para niños de qinto grado
2.  ROMANCE DE LA DONCELLA GUERRERA

Los romances son poemas formados por versos de ocho sílabas, donde en cada estrofa riman los versos pares: Dios, varón, inclinación, [escribir estas palabras en el pizarrón hace más clara la explicación] tienen rimas asonantes: en su última sílaba tienen una o tónica, acentuada. En México, los romances se convirtieron en corridos. Muchas veces, los corridos y los romances cuentan historias.
Hoy vamos a leer el de la doncella guerrera. Ella es una muchacha que se disfraza de hombre para que su padre tenga un hijo que vaya a servir al rey en la guerra.
En Sevilla, a un sevillano [Sevilla es
una ciudad española]
siete hijos le dio Dios,
y tuvo la mala suerte
que ninguno fue varón.
La más chiquita de ellas
le llevó la inclinación
de ir a servir al rey
vestidita de varón.
–No vayas, hija, no vayas,
que te van a conocer;
que tienes el pelo muy largo
y dirán que eres mujer.

–Si tengo el pelito largo,
madre, córtemelo usted,
y con el pelo cortado
un varón pareceré.
Y al subir al caballo
la espada se le cayó;
por decir ¡maldita sea!
dijo “maldita sea yo”;
siete años estuvo en guerra
y nadie la conoció,
si no fue el hijo del rey
que de ella se enamoró.
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“Romance de la doncella guerrera” en Teresa de Santos (comp.), Romancero para niños. México, SEP-De la Torre, 2005.



La espada en la piedra, lectura para niños de quinto grado
3.  LA ESPADA EN LA PIEDRA

Una leyenda inglesa cuenta que, una vez, hace mucho, el rey murió sin dejar un hijo que lo heredara. Los nobles comenzaron a pelear entre ellos para apoderarse del trono, pero el mago Merlín sabía que el rey debía ser quien pudiera sacar del yunque o de la piedra donde estaba clavada una espada mágica que tenía nombre: se llamaba Excalibur.
El rey había muerto. El trono estaba vacante, no había un heredero para la Corona y el miedo iba extendiéndose por el reino. Todos sabían que sin rey no había autoridad ni mando. Los enemigos buscarían invadirlos; los nobles ya estaban peleando entre ellos por el trono; bandas de asaltantes y asesinos arrasaban los pueblos y se llevaban muchachas, niños y ganado. Hacía falta la autoridad de un rey.
Mientras tanto, por los senderos del bosque, iba caminando un mago. Su nombre era Merlín.
Merlín era tan viejo como las raíces de los robles; podía componer poemas con los sonidos del viento; sus ojos negros leían el futuro y sus hechizos podían cambiarlo. En ese momento, mientras se dirigía a la ciudad, veía la época radiante que tendría el reino si llegaba al trono quien debía llegar. Merlín sabía el nombre de ese rey y dónde se hallaba oculto. Con sus poderes había dispuesto que el niño naciera y lo había escondido para protegerlo de todo peligro. El momento de ese muchacho había llegado. Pero tendría que pasar una prueba.
Cuando Merlín llegó a las murallas de la ciudad, los nobles se preparaban para combatir entre ellos, en un torneo. Quien eliminara a todos los demás tendría la corona. Merlín no estaba de acuerdo; la lucha provocaría muertes y divisiones. Merlín se encaminó a la gran plaza donde se celebraría la justa. Los caballeros, cubiertos con sus armaduras, estaban ya montados y enarbolando sus enormes lanzas. Merlín se plantó entre ellos y señaló hacia el otro lado de la plaza.
–¡Hermanos míos! ¡Miren! ¡Allí! –exclamó, y todos se dieron vuelta para mirar.
Sobre el césped recién cortado había aparecido algo extraño y maravilloso. Era un gran bloque de mármol. Sobre la piedra había un yunque de hierro, y clavada en el yunque había una espada.
La espada resplandecía, era hermosa. Tallada en la piedra de mármol había una inscripción en letras de oro: “¿Dónde está el hombre que pueda sacar la espada de la piedra? Él es el rey.”
Todos miraban la espada asombrados, Merlín les volvió a hacer una reverencia:
–Paz, hermanos míos –les dijo–. Que todos vengan aquí. No debemos pelear entre nosotros. ¡Permitan que el nuevo rey retire su espada!
Aquí dejamos la historia. Pero voy a contarles que quien sacó la espada fue un muchacho humilde que en ese momento era un simple escudero. Se llamaba Arturo. Lo conocemos como el rey Arturo.
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Rosalind Kerven, “La espada en la piedra” en El rey Arturo, Tudor Humpheries, ilus. México, SEP-Dorling Kindersley, 2005.



Los dos viejos, lecturas para niños de quinto grado
4.  LOS DOS VIEJOS

Vivían en la misma aldea dos ancianos. Uno era honrado y dulce; el otro, de avinagrada voz y ojos astutos, era envidioso y avaro. Como las dos casas estaban frente a frente, el envidioso se pasaba el día observando a su vecino. Se enojaba cuando advertía que las hortalizas del buen viejo estaban más lozanas que las suyas, o si llegaban a su casa más gorriones.
El aldeano de buen corazón tenía un perro al que quería mucho. Cierto día observó que escarbaba en un rincón del huerto y no cesaba de ladrar.
–¿Qué te pasa? –le preguntó el viejo.
Y el fiel animal, sin dejar de escarbar, siguió ladrando y dando aullidos. Al fin, el buen anciano cogió un azadón y comenzó a cavar. Al poco rato su herramienta chocó con algo duro: era un antiguo cofre, cubierto de moho. Lo abrió, y en su interior encontró un maravilloso tesoro.
El vecino envidioso había visto todo. “¿Por qué –se decía– siempre le saldrán bien las cosas a ese vejete?” Por la tarde, dominando su rabia, se presentó con el agraciado.
–Amigo, no soy fisgón, bien lo sabes, pero los aullidos de tu perro eran tan insistentes que quise ver si pasa algo. ¿Me prestas a tu perro unos días?
El buen viejo estuvo de acuerdo, y el envidioso se llevó el perro.
A los pocos días lo vio escarbar junto al tronco de un árbol, y creyó que había encontrado otro tesoro. Al fin iba a ser rico y poderoso. Corrió en busca de un azadón. Al regresar vio que el can seguía aún escarbando.
Se puso a cavar ansiosamente, pero no encontraba nada. Luego de descansar un rato, volvió a la tarea. De pronto, el azadón golpeó con algo. ¡Al fin! Dejó la herramienta y escarbó ávidamente con las manos. ¿Sería su cofre? Entre la tierra aparecieron sólo trozos de madera carcomida, piedras rotas, trapos sucios. El viejo volvió a cavar con el azadón, pues las manos le sangraban. Pasó más de una hora y abrió, al fin, un hoyo muy profundo, pero no halló más que escombros.
Soltó la herramienta y se sentó en el suelo. Lo inundaba el sudor y le dolía la espalda. Entretanto, el perro, que se había sentado, no lejos del hoyo, miraba al viejo con ojos de burla pues sabía que no había ningún tesoro.
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María Manent (adaptación), “Los dos viejos” en Cuentos del Japón. México, SEP-Celistia, 2005.


la casa del abuelo, lectura para niños de quinto grado
5.  LA CASA DEL ABUELO

Apenas recuerdo la casa de los abuelos, estaba en donde ahora se encuentra el cine Ópera sobre la calle de Serapio Rendón, en la colonia San Rafael, a media cuadra de la Ribera de San Cosme, y en donde, por cierto, ya no pasan películas.
Desde que fue el temblor de 1985 dejó de funcionar como cine y ahora sirve como sala de conciertos para cantantes y grupos modernos. Pues precisamente allí estaba la casa de los abuelos.
Ni te imaginas lo que era eso: ¡parte del convento de San Cosme!
Resulta que el abuelo lo compró así como estaba, es decir, como convento. Con la compraventa se quedó sin dinero y no lo pudo arreglar, de tal forma que así se metió a vivir con su familia.
En ese tiempo sólo quedaban mis abuelos y dos tías jóvenes solteras, los demás hijos ya estaban casados. Me acuerdo que cuando los íbamos a visitar, todos los primos nos poníamos a jugar a las escondidas en el montón de cuartitos que había, ahora sé que eran celdas de las monjas, incluso, algunos ya no tenían ni siquiera techo, así que a todos los chamacos nos gustaba mucho ir allí, nos la pasábamos muy bien.
Cuando obscurecía, el abuelo, nos platicaba historias de espantos. Ya te imaginarás como salíamos de allí. La entrada era un pasillo que a mí se me hacía inmenso, largo, largo y bien obscuro, y al final tenía una lucecita que para nada servía, con un foco chiquitito. Cuando salíamos en la noche para irnos ya a nuestra casa, yo me apretujaba contra mi mamá porque sentía que si me acercaba a la pared, iba a salir una mano para agarrarme o iba a sentir en mi oído el soplido de los muchos espíritus que supuestamente vivían allí.
Me acuerdo que a veces veíamos unas monjas caminando por los pasillos que unían a los cuartitos, en medio de nuestros juegos.
Cómo me llamaba la atención su largo hábito negro y blanco, y el rosario que les colgaba de la cintura y casi tocaba el suelo; siempre traían las manos metidas en las mangas de su vestido. Al principio se me hacía raro verlas allí, pero luego tanto mis primos como yo nos acostumbramos a su presencia, hasta las saludábamos, sin embargo, nunca nos contestaban, ni siquiera levantaban los ojos del suelo.
Jamás les vi la cara, se me figuraba que estaban tan feas que les daba pena que las viéramos.
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Cecilia Colón, “La casa del abuelo” en La bailarina del Astoria y otras leyendas. México, SEP-Plaza y Valdés, 2004.



Una niña de tu tamaño, lectura para niños de quinto grado
6.  UNA NIÑA DE TU TAMAÑO

Érase una vez una niña. No era una niña de este tamañito. Pero tampoco era una niña de este tamañón. Era una niña así, más o menos de tu tamaño. Su problema era que no lograba saber a ciencia cierta cuál era su verdadero tamaño. A veces mama decía:
–Helena, ya estás demasiado grande para hacer esas cosas. ¿Cuándo se ha visto que una niña de tu tamaño llegue a la casa tan sucia por estar jugando en el pasto? Ve a bañarte.
Así era cuando le decían que estaba muy grande.
Pero a veces papá también decía:
–Helena, todavía estas demasiado chiquita para hacer estas cosas. ¿Cuándo se ha visto que una niña de tu tamaño juegue en una rama tan alta del árbol? Bájate porque te puedes caer.
Entonces Helena se sentía que era un bebé incapaz de hacer las cosas ella sola.
Eso le pasaba a diario. Cuando tenía que ayudar a sembrar, era muy grande. Pero a la hora de bañarse en el río y nadar en lo hondo, era muy pequeña. Cuando los grandes se quedaban de noche conversando en el patio hasta tarde, era pequeña y tenía que irse a dormir. Pero si se lastimaba el pie con una espina y quería llorar en las piernas de alguien, para que la consintieran y la mimaran, siempre le decían que ya estaba muy grande para ser tan caprichosa.
Si hubiera tenido un espejo mágico, como el de la madrastra de Blanca Nieves, le habría preguntado:
–¡Espejito, espejito, de qué tamaño soy yo?
Pero no tenia espejo mágico. Ni siquiera era fácil mirarse en un espejo no mágico. En su casa sólo había un espejo, pequeño y muy alto, sobre la pila. Apenas alcanzaba a verse un pedacito cada vez, y eso, cuando alguien la alzaba. Se veía la cara, el cuello, las manos. Pero la rodilla, el pie, las piernas, sólo los podía ver si se miraba hacia abajo, sin espejo. Y nunca se había visto la espalda.
A veces pensaba que era pequeña adelante y grande atrás. O grande adelante y pequeña atrás. O que tenía un tamaño a cada lado: por eso todos la veían de una manera distinta, dependiendo del pedazo que estuvieran mirando. Pero ella se tocaba, se golpeaba, se miraba y se daba cuenta de que así no era. Grande o pequeña, sólo tenía un tamaño, estaba segura de eso. Pero no sabía cuál de los dos.
¿Alguno de ustedes se identificó con Helena?
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Ana María Machado, “Una niña de tu tamaño” en Del tamaño justo. México. SEP-Norma, 2005.



Una fiesta chipocluda, lectura para niños de quinto grado
7.  UNA FIESTA CHIPOCLUDA

¿Cuántos tipos de chiles conoces? Descúbrelos.
Un chilito jalapeño
que era un poco parrandero
un festejo le hizo un día
a su primo el habanero.
Invitó a todos los chiles
los parientes, los hermanos.
Y vinieron los Morita,
los Huajillo, los Manzanos.
El señor chile poblano,
rellenito, el muy sabroso,
saludó al chile serrano,
chiquitín pero picoso.
No invitaron al morrón
porque casi no picaba,
pero dijo el muy gorrón
que él solito se invitaba.
Platicaba el chile de árbol
con su prima la chilaca:
¡Qué milagro que te veo,
pero cómo estás de flaca!

Puros chistes bien picosos
contó el viejo cascabel,
hasta que doña Pasilla
lo pateó bajo el mantel.
La bailada está en su punto
todo el ritmo allá en la pista.
Toca junto a la rajita,
Enlatado, el baterista.
se lució el chile piquín
con un rap muy aplaudido.
Bailó bien, sólo que al fin
acabó todo molido.
El mulato y el costeño
bailaban rumba, bailaban mambo,
Pero nunca el Cuaresmeño,
porque alega que está zambo.
Para un grupo tan picado
el festejo fue un instante,
a pesar de que bailaron
tanta salsa y tan picante.
¿Cuántos fueron?
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Nuria Gómez Benet, “Una fiesta chipocluda” en El berrinche de Moctezuma y otros poemas. México, SEP-Verdehalago, 2006.



¿Sueñan los perros y los gatos?, lectura infantil para quinto grado
8.  ¿SUEÑAN LOS PERROS Y LOS GATOS?

Las mascotas son pequeños o grandes seres que alegran la vida de las personas. ¿Tienes alguna mascota? ¿Has mirado alguna vez a tu mascota cuándo está dormida? ¿Te has percatado que hace movimientos extraños? Esta narración trata de por qué las mascotas hacen algunas acciones cuando están dormidas.
Si "Don Gato" se hubiera caído realmente del tejado, con seguridad lo habría soñado esa misma noche. Los perros y los gatos sí sueñan. En sus sueños, probablemente reviven los sucesos emocionantes o los sustos del día.
Los científicos estudiaron a un grupo de gatos mientras dormían y descubrieron que, primero, entraban en un estado de sueño lento: sus ojos se movían lentamente bajo los párpados. Luego, los ojos comenzaban a moverse rápidamente y a sacudidas. El registro de sus ondas cerebrales demostró que los animales se encontraban en un estado de sueño rápido (REM) (del inglés, rapid eye movement). A lo largo de su sueño, los animales alternaron entre el sueño lento profundo y el REM.
El ser humano tiene los mismos estados de sueño. Se ha demostrado que únicamente soñamos durante REM y se piensa que los perros y los gatos también lo hacen. Se cree que el período de REM resulta útil para los gatos y los perros, pues durante él, los animales tienen un sueño ligero. Se despiertan de vez en cuando para observar si hay peligro.
El perro que sueña puede gemir, jadear, ladrar mover la cola. A veces, hace movimientos como si corriera. El gato es más callado, pero puede retorcerse, dar zarpazos.
Si tu mascota parece inquieta mientras duerme, no te preocupes. Está en el mundo de los sueños.
Ahora ya sabemos que cuando nuestra mascota está durmiendo no la tenemos que despertar bruscamente, porque le interrumpimos sus dulces sueños.
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Pedro Larios Aznar, “¿Sueñan los perros y los gatos?” en Los porqués de la gente. México, SEP, 2002.



rincon de lecturas de sallita presenta: Diario secreto de Susi
9.  DIARIO SECRETO DE SUSY

7 de septiembre
Yo creía que este diario no lo usaría porque no tenía pensamientos secretos. Pero estaba equivocada.
Ahora tengo muchos secretos, que no se los puedo contar a nadie, porque nadie me comprende. Mamá me ha dicho: “No seas ridícula”. Y papá “¡Ya quisiera yo tener tus preocupaciones!”

Pues yo preferiría no tenerlas. Estoy celosa. Estoy tan celosa, que no hago caso de lo que dice la señorita. Miro constantemente hacia el tercer pupitre de la fila de la ventana. Allí se sientan Alexander y Anna. No paran de reír y cuchichear. En el recreo estaban al lado de la papelera y Alexander ha rodeado con su brazo los hombros de Anna. Todos se han dado cuenta. “¡Enamorados-novios-esposos!”, ha gritado hoy Michi señalando a Alexander y a Anna. ¡Y toda la culpa la tiene Paul! Si no hubiera vuelto, la señorita no lo habría colocado a mi lado. Yo me habría sentado con Alexander y Alexander no se habría hecho amigo de Anna. ¡Está claro! En el parque, Alexander sigue jugando conmigo. Seguramente porque Anna no va. Ella acude a un hogar infantil y sólo va a los parques los sábados y los domingos. Mañana quedará claro si Alexander prefiere jugar conmigo o con ella. Llaman a la puerta. Será Paul otra vez. Le he pedido a mamá que no lo deje pasar, que le cuente alguna excusa. Que estoy en el dentista. O que he ido a la piscina. Mamá me ha dicho que no lo haría. “Paul es un pobre chico”, ha dicho. Tengo que tratarle bien.
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Christine Nöstlinger, Diario secreto de Susi. México, SEP-SM, 2002.



rincon de lecturas de sallita presenta: Cuentos mágicos
10.  CUENTOS MAGICOS

La luna había oído siempre historias acerca de lo que sucedía en las tierras cenagosas cuando ella volvía la espalda. Por fin se decidió a bajar para verlo por sí misma. Al finalizar el mes, dejando únicamente un gajo de luz en el cielo, se envolvió en un manto de nubes, se echó la capucha sobre el brillante cabello plateado y se deslizó hasta la tierra.
El lugar que eligió era fangoso y resbaladizo. El sendero estaba bordeado de matas de hierbas y juncos y, a cada lado, grandes charcas oscuras e insondables se ondulaban bajo la brisa. Estaba oscuro como boca de lobo. La única luz era un reflejo de los zapatos de plata de la mima Luna, un resplandor tan débil como la llama de una vela en la lúgubre oscuridad. Cuando la luna echó a andar por el camino, las sombrías criaturas de la noche –búhos, murciélagos y luciérnagas– revolotearon a su paso. La luna oyó los horripilantes gemidos de los bogles, los habitantes de la ciénaga, y vio danzar sus fuegos fatuos en el campo brumoso. Alguna que otra vez, cuando el pie de la Luna se acercaba demasiado al borde del estrecho sendero, unos dedos huesudos se alzaban rápidamente desde el fondo del agua: los bogles estaban alerta ante su presa.
Al principio nada podía sujetarla. Su paso era tan ligero como las telarañas: andaba ágilmente, con facilidad; los bogles se esforzaban en vano. Después los zapatos de plata de la Luna resbalaron en una piedra. Ella se agarró a un puñado de juncos para mantenerse de pie y, en un momento, éstos se enroscaron en sus muñecas y la sujetaron. Más y más juncos brotaban de la oscuridad, hasta que la Luna se encontró prisionera, atrapada y temblando.
De repente oyó a distancia el débil sonido de una voz humana que pedía ayuda. Un hombre se había perdido en las ciénagas, chapoteaba entre lagunas y charcas y se retorcía para liberarse de las manos de los bogles mientras gritaba desesperadamente pidiendo ayuda. La luna sabía, que a menos que el hombre tuviera luz para encontrar su camino, pronto sería pasto de los bogles. Sacudió su cabeza para librarse de la capucha y dejó caer sobre su espalda un torrente de cabellos plateados. A su luz repentina, el hombre vio tierra firme ante él, saltó agradecido al sendero y corrió a casa sano y salvo.
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Berlie Doherty (comp.), Cuentos mágicos. México, SEP-SM, 2002.

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