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1. LA ABEJA |
Abeja.
Insecto que produce miel y habita en cualquier lugar donde haya flores. Vive en un panal de cera que fabrica con las demás abejas. Su enorme familia está formada por una reina madre, un ejército de hijas llamadas obreras y un único macho llamado zángano.
Cada abeja vive alrededor de 30 días, vuela casi toda su vida y trabaja hasta 10 horas al día, chupando el néctar de las flores para producir media cucharada de miel diaria.
¡Qué divertido el trabajo!
Se engolosina la obrera,
en medio de su agasajo,
entre celdillas de cera.
La colonia se alborota
mientras la miel se fermenta,
madurando gota a gota,
desde la flor opulenta. [llena de cualidades: hermosa, perfumada, radiante...]
rojo, violeta y azul.
Los colores de este mundo
que siempre viste brillar,
si tú no sabes su nombre,
canta y lo aprenderás.
Blanca es la espuma del mar,
las nubes que vuelan,
es la nieve y el azahar.
Amarillo el Sol da su luz,
los campos dorados
que duermen en su quietud.
Blanco, amarillo verde,
rojo, violeta y azul.
Los colores de este mundo
que siempre viste brillar,
si tú no sabes su nombre,
canta y lo aprenderás.
Verde es la vegetación,
es la hierba que da al campo
su color y resplandor.
Roja es la fresa silvestre,
son las amapolas
y el color del corazón.
Blanco, amarillo, verde,
rojo, violeta y azul.
Los colores de este mundo
que siempre viste brillar,
si tú no sabes su nombre,
canta y lo aprenderás.
Violeta, nombre de una flor,
nombre de perfume,
dulce nombre de color.
Azul es el color del mar,
de lagos y ríos
y del espacio estelar.
Cada abeja vive alrededor de 30 días, vuela casi toda su vida y trabaja hasta 10 horas al día, chupando el néctar de las flores para producir media cucharada de miel diaria.
¡Qué divertido el trabajo!
Se engolosina la obrera,
en medio de su agasajo,
entre celdillas de cera.
La colonia se alborota
mientras la miel se fermenta,
madurando gota a gota,
desde la flor opulenta. [llena de cualidades: hermosa, perfumada, radiante...]
Pedro Moreno, Mi primer diccionario de fauna de México. México, SEP-SM 2005.
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2. LOS COLORES |
Blanco, amarillo, verde,
Los colores de este mundo
que siempre viste brillar,
si tú no sabes su nombre,
canta y lo aprenderás.
Blanca es la espuma del mar,
las nubes que vuelan,
es la nieve y el azahar.
Amarillo el Sol da su luz,
los campos dorados
que duermen en su quietud.
Blanco, amarillo verde,
rojo, violeta y azul.
Los colores de este mundo
que siempre viste brillar,
si tú no sabes su nombre,
canta y lo aprenderás.
Verde es la vegetación,
es la hierba que da al campo
su color y resplandor.
Roja es la fresa silvestre,
son las amapolas
y el color del corazón.
Blanco, amarillo, verde,
rojo, violeta y azul.
Los colores de este mundo
que siempre viste brillar,
si tú no sabes su nombre,
canta y lo aprenderás.
Violeta, nombre de una flor,
nombre de perfume,
dulce nombre de color.
Azul es el color del mar,
de lagos y ríos
y del espacio estelar.
Carmen Martín Anguita, Poemas de lunas y colores. México, SEP-Pearson, 2003.
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3. LA RONDA DEL ENREDO |
El pez en el aire,
el ave en el mar…
Aquí hay algo raro,
no sé que será.
El ave en el agua,
el pez a volar …
Esto no funciona.
Aquí algo anda mal.
Y creo que falta
¿qué me faltará?
No hay otro camino:
Volver a empezar.
El ave en el aire,
el pez en el mar
¡ahora sí lo dije
como es de verdad!
Y lo que faltaba
no puede faltar:
la tierra-la tierra,
que es otro lugar.
Ahora está todo
todo y algo más:
¡tú y yo por el aire
la tierra y el mar!
Aquí hay algo raro,
no sé que será.
El ave en el agua,
el pez a volar …
Esto no funciona.
Aquí algo anda mal.
Y creo que falta
¿qué me faltará?
No hay otro camino:
Volver a empezar.
El ave en el aire,
el pez en el mar
¡ahora sí lo dije
como es de verdad!
Y lo que faltaba
no puede faltar:
la tierra-la tierra,
que es otro lugar.
Ahora está todo
todo y algo más:
¡tú y yo por el aire
la tierra y el mar!
David Chericián. “Ronda del enredo” en Urí, urí, urá. Palabras para jugar. México, SEP, 1994.
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4. EL DIA Y LA NOCHE |
El día y la noche parecen un niño y una niña que juegan a perseguirse: primero es de día y luego de noche y luego de día y luego de noche... y siempre así. En esta lectura vamos a ver por qué.
Mira el cielo, obsérvalo. ¿Qué ves?
¿Lo puedes tocar?
¿Quisieras subir y llegar muy alto?
Aunque parezca un techo, el cielo es un espacio enorme.
Allí viven el Sol, la Luna, las estrellas, los planetas y los cometas.
El mundo
El lugar donde vivimos es un planeta que tiene la forma de una inmensa esfera.
Tiene dos nombres. Se llama Tierra, y también se llama mundo.
Como la Tierra es una esfera que gira, el Sol ilumina primero un lado y después el otro.
Esto produce el día y la noche.
En este momento, ¿es de día o de noche? Muy bien, es de día. ¿Cómo lo sabemos? Porque hay luz, porque ahora estamos en esa parte de la Tierra que recibe la luz del Sol. A mí, en la noche me dan ganas de que me cuenten cuentos. ¿Y a ustedes?
¿Lo puedes tocar?
¿Quisieras subir y llegar muy alto?
Aunque parezca un techo, el cielo es un espacio enorme.
Allí viven el Sol, la Luna, las estrellas, los planetas y los cometas.
El mundo
El lugar donde vivimos es un planeta que tiene la forma de una inmensa esfera.
Tiene dos nombres. Se llama Tierra, y también se llama mundo.
Como la Tierra es una esfera que gira, el Sol ilumina primero un lado y después el otro.
Esto produce el día y la noche.
En este momento, ¿es de día o de noche? Muy bien, es de día. ¿Cómo lo sabemos? Porque hay luz, porque ahora estamos en esa parte de la Tierra que recibe la luz del Sol. A mí, en la noche me dan ganas de que me cuenten cuentos. ¿Y a ustedes?
Julieta Fierro, El día y la noche. México, SEP-Santillana, 2003.
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5. ¿CUANTAS PALABRAS? |
Cada palabra está formada por una serie de letras que unidas hacen un sonido que utilizamos al hablar y escribir. Cada letra sola no nos dice nada, pero unidas como un gran equipo forman las palabras. Las letras de una palabra pueden acomodarse de otra manera, y entonces... ¡forman otra palabra! [Es una lectura muy corta. Si se escriben en el pizarrón algunas palabras será más claro cómo al cambiar de lugar las letras una palabra se convierte en otra.]
Cuántas palabras esconde una persona en su nombre:
En Olga se esconde algo que se llama lago.
En Omar hay una mora y la gran ciudad de Roma.
Cuántas palabras esconde una persona en su nombre:
En Eva se esconde un ave que no encuentra quien no la vea.
En Adán no encuentro nada.
Cuántas palabras esconde una persona en su nombre:
Con seis letras en la oreja, aretes lleva Teresa.
Y aunque Olivia no lo sabe, lleva alivio a todas partes.
Cuántas palabras esconde una persona en su nombre...
Con las letras de tu nombre, a ver si puedes formar otras palabras.
En Olga se esconde algo que se llama lago.
En Omar hay una mora y la gran ciudad de Roma.
Cuántas palabras esconde una persona en su nombre:
En Eva se esconde un ave que no encuentra quien no la vea.
En Adán no encuentro nada.
Cuántas palabras esconde una persona en su nombre:
Con seis letras en la oreja, aretes lleva Teresa.
Y aunque Olivia no lo sabe, lleva alivio a todas partes.
Cuántas palabras esconde una persona en su nombre...
Con las letras de tu nombre, a ver si puedes formar otras palabras.
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Isaías Isabel, ¿Cuántas palabras? México, SEP-Castillo, 2005.
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6. MI TRABAJO COMO HADA DE LOS DIENTES |
Les voy a contar una historia de los días en que fui un hada de los dientes.
Era mi primer trabajo y no lo hacía muy bien. Todo comenzó de esta manera…
Acababa de acurrucarme en la cama… cuando ¡Talán talán! Sonó la campana de los dientes. Nunca se sabía cuándo a alguien se le va caer un diente ni cuando un hada de los dientes debe ir a recogerlo.
Los niños se pasan el día entero moviéndose los dientes para que se les caiga. Joaquín llevaba todo el día jalando de su diente. Y cuando se puso a masticar un caramelo ¡plin! Se cayó.
Les sorprenderá saber que hay personas que no creen en las hadas. Es triste pero es verdad. Curiosamente los niños que dicen no creer en ellas cambian de opinión en cuanto se les cae un diente.
Así sucedió con Joaquín. Cepilló su diente hasta dejarlo reluciente y lo colocó debajo de la almohada y se quedó dormido. En ese momento sonó la campana de los dientes y yo salí corriendo a buscarlo.
Joaquín vivía en el número 62 de un edificio de una gran ciudad. Para las hadas las ciudades son muy confusas así que tardé un buen rato en encontrar el lugar. Una vez dentro del edificio, descubrí que había muchos pisos y cada piso tenía muchas puertas con números. Volé por un montón de pasillos y cada vez me hacía más líos. Finalmente paré frente al número 26 creyendo que era el número correcto y entré por la cerradura. El pequeño Joaquín estaba acurrucado debajo de las sábanas y en la mesita de noche, dentro de un vaso de agua flotaban unos dientes, no un solo diente, sino una DENTADURA ENTERA. Me pareció muy emocionante encontrar tantos dientes a la vez, me los llevé y dejé una bolsa llena de oro. En mi opinión era un cambio justo.
Pero más tarde, cuando le mostré a la jefa de las hadas lo que había encontrado, se enojó muchísimo.
–¿Cómo puede ser un hada tan tonta? –gritó– ¡Son falsos! ¡No podemos hacer perlas con DIENTES FALSOS! Sólo sirven los dientes de niños para hacer perlas para hadas.
Así que perdí mi empleo. Esa misma noche otra hada fue a casa de Joaquín a recoger el diente y dejar una moneda de plata debajo de su almohada.
El dueño de los dientes postizos era un abuelito llamado Damián. Cuando se despertó, se sorprendió mucho al encontrar la bolsa llena de oro en lugar de su dentadura (que de todas formas nunca le había encajado bien). Desde entonces empezó a creer que las hadas realmente existen.
Acababa de acurrucarme en la cama… cuando ¡Talán talán! Sonó la campana de los dientes. Nunca se sabía cuándo a alguien se le va caer un diente ni cuando un hada de los dientes debe ir a recogerlo.
Los niños se pasan el día entero moviéndose los dientes para que se les caiga. Joaquín llevaba todo el día jalando de su diente. Y cuando se puso a masticar un caramelo ¡plin! Se cayó.
Les sorprenderá saber que hay personas que no creen en las hadas. Es triste pero es verdad. Curiosamente los niños que dicen no creer en ellas cambian de opinión en cuanto se les cae un diente.
Así sucedió con Joaquín. Cepilló su diente hasta dejarlo reluciente y lo colocó debajo de la almohada y se quedó dormido. En ese momento sonó la campana de los dientes y yo salí corriendo a buscarlo.
Joaquín vivía en el número 62 de un edificio de una gran ciudad. Para las hadas las ciudades son muy confusas así que tardé un buen rato en encontrar el lugar. Una vez dentro del edificio, descubrí que había muchos pisos y cada piso tenía muchas puertas con números. Volé por un montón de pasillos y cada vez me hacía más líos. Finalmente paré frente al número 26 creyendo que era el número correcto y entré por la cerradura. El pequeño Joaquín estaba acurrucado debajo de las sábanas y en la mesita de noche, dentro de un vaso de agua flotaban unos dientes, no un solo diente, sino una DENTADURA ENTERA. Me pareció muy emocionante encontrar tantos dientes a la vez, me los llevé y dejé una bolsa llena de oro. En mi opinión era un cambio justo.
Pero más tarde, cuando le mostré a la jefa de las hadas lo que había encontrado, se enojó muchísimo.
–¿Cómo puede ser un hada tan tonta? –gritó– ¡Son falsos! ¡No podemos hacer perlas con DIENTES FALSOS! Sólo sirven los dientes de niños para hacer perlas para hadas.
Así que perdí mi empleo. Esa misma noche otra hada fue a casa de Joaquín a recoger el diente y dejar una moneda de plata debajo de su almohada.
El dueño de los dientes postizos era un abuelito llamado Damián. Cuando se despertó, se sorprendió mucho al encontrar la bolsa llena de oro en lugar de su dentadura (que de todas formas nunca le había encajado bien). Desde entonces empezó a creer que las hadas realmente existen.
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Geogie Adams, “Mi trabajo como hada de los dientes” en Historias de hadas contadas por hadas. México,
SEP-Serres-Océano, 2005.
SEP-Serres-Océano, 2005.
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7. LA BODA DEL CONEJO |
Una boda es la ceremonia en que dos personas se casan, y la fiesta que se hace para celebrarlo.
Había una vez un conejo que estaba amarrado con un mecate. De pronto aparece un tigre y le pregunta:
–¿Qué haces ahí amarrado conejito?
–Lo que pasa es que me voy a casar, pero te puedes quedar en mi lugar, señor tigre.
El conejo le mintió al tigre, dizque se iba a casar. El tigre aceptó.
–Cuando escuches la música y los cohetes te pones listo –le dijo el conejo.
El tigre desató al conejo y se amarró en su lugar. Mientras el conejo se echaba a correr, el mecate se quemó y el tigre escapó. Fue a buscar al conejo, pero ya no pudo encontrarlo y no pudo comérselo, y allí termina el cuento.
El conejo era mucho más débil que el tigre, pero también era más astuto, y por eso consiguió escapar.
–¿Qué haces ahí amarrado conejito?
–Lo que pasa es que me voy a casar, pero te puedes quedar en mi lugar, señor tigre.
El conejo le mintió al tigre, dizque se iba a casar. El tigre aceptó.
–Cuando escuches la música y los cohetes te pones listo –le dijo el conejo.
El tigre desató al conejo y se amarró en su lugar. Mientras el conejo se echaba a correr, el mecate se quemó y el tigre escapó. Fue a buscar al conejo, pero ya no pudo encontrarlo y no pudo comérselo, y allí termina el cuento.
El conejo era mucho más débil que el tigre, pero también era más astuto, y por eso consiguió escapar.
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“La boda del conejo”, Elisa Ramírez (adaptación) en Conejo y coyote. México, SEP-CONAFE, 2002.
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8. LOS DUENDES DE LA TIENDA |
La tienda de don Manuel era la más surtida del pueblo.
Don Manuel vivía atrás de su tienda, todas las noches la cerraba con tres candados y se iba a su casa. Una noche, don Manuel y su familia oyeron ruidos que venían de la tienda.
“¿Serán ratas? Mañana pongo trampas”, pensó don Manuel.
Al otro día, cuando abrió la tienda, encontró todo patas para arriba. Aquello era un verdadero desastre.
La mercancía de los mostradores estaba tirada en el suelo, los sacos de maíz y frijol despanzurrados, los tomates apachurrados.
Esa noche, don Manuel estuvo muy atento a cualquier cosa que se oyera.
Ya muy tarde, después de la medianoche, se oyó un ruidero bárbaro.
Don Manuel y su familia fueron a ver qué sucedía en la tienda. Cuando abrieron la puerta se llevaron una gran sorpresa.
Adentro había un montón de duendes haciendo travesuras. Luchar contra los duendes era inútil. Lo único que podrían hacer era cambiarse a otra casa.
Don Manuel y su familia empacaron todas sus cosas y las de la tienda. Subieron los bultos a una carreta y se fueron a buscar otra casa en otro pueblo.
Ya iban en el camino, cuando la esposa de don Manuel se acordó que había dejado la escoba en la tienda. El más pequeño de sus hijos se ofreció a ir por ella.
“No te preocupes, aquí la traigo”, dijo un duende que llegó corriendo. Y en seguida se oyeron risitas adentro de la carreta.
Dicen que las mentiras son una mala costumbre. ¿Será? La verdad es que son muy divertidas, como las de estos versos que nos contó un día doña María del Refugio Verdín, en el rancho de San Sebastián El Álamo, municipio de Encarnación de Díaz.
Yo iba por un caminito
y me encontré un duraznito
cargadito de guayabas.
Le tiré muchas pedradas
y cayeron tejocotes.
Vino el dueño de las uvas
me aventó un zapatazo.
¡Jesús, María y José!,
me pegaron en un pie,
me amarraron las muelas.
Renuncio a las ciruelas
que ni siquiera probé.
La lectura de hoy es una fábula. Un cuento en el que los animales hablan y, con lo que hacen, nos dan lecciones.
Montada una pulga sobre la carga que llevaba un camello, presumía que era más que él, porque iba encima. Después de un rato, por fin saltó al suelo diciéndole.
–Amigo mío, reconozco que peso muchísimo y como te tengo lástima, acabo de bajarme.
–De nada me sirve –respondió el camello– el favor que crees haberme hecho, pues el peso de tu cuerpo no quita ni añade nada, en lo más mínimo, al peso de mi carga.
Moraleja. Hay muchos ridículos que suponen que lo que son o lo que hacen es muy importante, cuando en realidad no tiene ninguna importancia.
Moraleja se llama la lección que una fábula pretende darnos. Esopo, el autor de esta historia, es un fabulista de la antigua Grecia.
“¿Serán ratas? Mañana pongo trampas”, pensó don Manuel.
Al otro día, cuando abrió la tienda, encontró todo patas para arriba. Aquello era un verdadero desastre.
La mercancía de los mostradores estaba tirada en el suelo, los sacos de maíz y frijol despanzurrados, los tomates apachurrados.
Esa noche, don Manuel estuvo muy atento a cualquier cosa que se oyera.
Ya muy tarde, después de la medianoche, se oyó un ruidero bárbaro.
Don Manuel y su familia fueron a ver qué sucedía en la tienda. Cuando abrieron la puerta se llevaron una gran sorpresa.
Adentro había un montón de duendes haciendo travesuras. Luchar contra los duendes era inútil. Lo único que podrían hacer era cambiarse a otra casa.
Don Manuel y su familia empacaron todas sus cosas y las de la tienda. Subieron los bultos a una carreta y se fueron a buscar otra casa en otro pueblo.
Ya iban en el camino, cuando la esposa de don Manuel se acordó que había dejado la escoba en la tienda. El más pequeño de sus hijos se ofreció a ir por ella.
“No te preocupes, aquí la traigo”, dijo un duende que llegó corriendo. Y en seguida se oyeron risitas adentro de la carreta.
Los duendes de la tienda, Arturo Ortega (versión escrita). México, SEP-CONAFE 1989.
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9. LAS MENTIRAS |
Yo iba por un caminito
y me encontré un duraznito
cargadito de guayabas.
Le tiré muchas pedradas
y cayeron tejocotes.
Vino el dueño de las uvas
me aventó un zapatazo.
¡Jesús, María y José!,
me pegaron en un pie,
me amarraron las muelas.
Renuncio a las ciruelas
que ni siquiera probé.
“Las mentiras” en Isabel Galaor (recopilación) Así cuentan y juegan en los Altos de Jalisco, Manuel Ahumada, ilus. México,
SEP-CONAFE, 2000.
SEP-CONAFE, 2000.
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10. LA PULGA Y EL CAMELLO |
Montada una pulga sobre la carga que llevaba un camello, presumía que era más que él, porque iba encima. Después de un rato, por fin saltó al suelo diciéndole.
–Amigo mío, reconozco que peso muchísimo y como te tengo lástima, acabo de bajarme.
–De nada me sirve –respondió el camello– el favor que crees haberme hecho, pues el peso de tu cuerpo no quita ni añade nada, en lo más mínimo, al peso de mi carga.
Moraleja. Hay muchos ridículos que suponen que lo que son o lo que hacen es muy importante, cuando en realidad no tiene ninguna importancia.
Moraleja se llama la lección que una fábula pretende darnos. Esopo, el autor de esta historia, es un fabulista de la antigua Grecia.
“La pulga y el camello” en Fábulas de Esopo y algo más. México, SEP-Limusa, 2006.
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